lunes, 25 de octubre de 2010

CRASH (Primera parte)

Sábado, 28 de mayo de 2005. Cuando me levanté aquella mañana, nada me hacía sospechar que esa misma tarde volveríamos a nacer mi amiga y yo. He contado cientos de veces la historia de nuestro accidente, pero nunca había tenido que escribirla hasta hoy.
Aquel día, había quedado con Sheyla para ir de compras al L´Aljub, en Elche. La recogí en su casa, y emprendimos el camino hacia el centro comercial ilicitano.
Decidí tomar la carretera de Aspe, porque la autovía del camino de Castilla aún no estaba terminada. A la altura del motel Mayordomo, un Mercedes plateado con matrícula británica nos iba a estropear la tarde: al girar la curva, vi como un coche se paraba en mitad de la calzada e indicaba, mediante los intermitentes, su intención de girar a la izquierda. Al haberlo visto yo, di por hecho que él también me había visto a mí. Me equivoqué. Cuando llegamos a su altura, y aunque estaba totalmente prohibido realizar esa maniobra, el vehículo giró a la izquierda, empotrándose contra nosotras. El impacto fue tal, que mi coche fue desplazado unos metros de su trayectoria. De aquel momento, solo recuerdo a mi amiga gritando mi nombre y el ruido atronador del golpe. Fue como chocar contra un muro de contención. Y es que, mi pobre coche frenó contra un turismo que pesaba 3.500 kilos…
Cuando todo se tranquilizó, y pude reaccionar, lo primero que hice fue preguntarle a Sheyla si estaba bien. Me dijo que sí. El motor empezaba a echar humo como una locomotora, así que sólo atiné a quitar las llaves del contacto y gritarle a mi amiga que saliera del coche. Y es que las películas de acción han hecho mucho daño…

Mi primera reacción fue ir hacia el otro conductor y gritarle “¿en qué coño estabas pensando? ¡Mira lo que le has hecho a mi coche!”, pero daba igual lo que le gritara, era inglés y no me entendía… En ese momento aún no era ni consciente de lo que había pasado, sólo pensaba en que aquel guiri imprudente me había destrozado el Peugeot que aún estaba pagando.
En unos segundos, empezaron a parar coches y más coches. Tengo que reconocer que en ese momento aprendí que la gente es mucho más solidaria de lo que realmente aparenta. Algunas personas se acercaron a la gasolinera más próxima para traernos agua, otros, colocaron los triángulos de seguridad en la calzada… todo el mundo estaba pendiente de nosotros.
Momentos después empezó a aparecer la Guardia Civil, la familia, los novios, cuñados, amigos… ¡Aquello parecía un bautizo! El único que no aparecía era el intérprete que la policía necesitaba para hablar con el británico.
Poco después, llegó la grúa para llevarse mi coche. Mientras el chico lo enganchaba, yo le decía con guasa “¡lleva cuidado, no me lo ralles!”, y el muchacho miraba lo que quedaba del pobre Peugeot (sin morro –literalmente hablando-, con un faro en el asiento del copiloto y el parachoques en el asiento trasero…), y se partía de risa. Menos mal que tengo un gran sentido del humor…
Finalmente, emprendimos camino hacia el Servicio de Urgencias del Hospital de Elda, escoltados por la mismísima Benemérita...

miércoles, 6 de octubre de 2010

NO DEJAD QUE LOS NIÑOS SE ACERQUEN A MÍ

Nos encontramos en junio, un mes después de que me entregaran el coche. Hacía un día espectacular, y mi tía había invitado a toda la familia a comer al chalet que tiene en el Hondo del Xorret de Catí. Estábamos todos: tíos, padres, hijos, primos, nietos, sobrinos, hermanos… así, hasta un total de 34 personas.
Aquel día decidí llevarme mi propio vehículo por dos motivos: primero, enseñar a mi familia mi nuevo y flamante coche y, segundo, volverme antes a la ciudad, ya que esos eventos se alargan hasta el anochecer y me negaba a estar allí más tiempo del necesario.
La comida resultó de lo más normal: los adultos nos hinchábamos a comer en el interior de la casa, mientras que los más pequeños se desfogaban en el exterior. Nada hacía sospechar lo que se estaba fraguando en el jardín…
Aburrida de las conversaciones familiares, decidí salir a que me diera un poco el aire y, de paso, ver qué estaban haciendo los hijos de mis primas. Primero de todo, he de decir que, mis primos-sobrinos, no son lo que podríamos llamar unos niños buenos precisamente; rondaban los 5 años, pero ya mostraban maneras de auténticos demonios.
Al salir a la calle, vi como estos tres “angelitos” estaban jugando en el todoterreno de mis padres. Me acerqué a ellos y les pregunté si les gustaba mi coche, a lo que me respondieron “a tu coche le hemos puesto flores”. En un primer momento, no le di ninguna importancia a la contestación, y es que, en realidad, ni siquiera la había comprendido. Un par de horas después, la entendería perfectamente...

Cuando llegó la hora de irme, me despedí uno a uno de todos los invitados. Me dirigí a mi coche, subí en él y, entonces, divisé la primera flor… atónita, descubrí que los dichosos mocosos se habían dedicado a llenar el capó de arena y restregarla hasta arañarlo completamente. Además, me habían llenado el parabrisas y el techo de flores: ¡habían convertido mi coche en un auténtico macetero! (de ahí las poco oportunas palabras de antes…). Pero lo más doloroso fue descubrir que, a través de las ranuras que llevan todos los Peugeot 206 en el capot, habían echado montones y montones de arena, por lo que el motor parecía una extensión del desierto del Sahara… Entonces, una voz a mis espaldas dijo: ¿has visto qué bonito te lo hemos dejado? En ese momento me cayó la primera lágrima.
La escena no podía ser más surrealista: yo, llorando, cayéndome las lágrimas como puños. Mi pobre tía, que fue la que peor lo pasó, limpiando la arena del motor con un aspirador. Y los padres de las diabólicas criaturas, totalmente ebrios de gin tonics, diciéndome que no le diera tanta importancia al asunto, que no pasaba nada. ¿Qué no pasaba nada? ¿Qué hubiera pasado si en vez de mi coche hubiera sido uno de los vuestros? ¡Por Dios, que hacía tan sólo un mes que estaba en mi poder!

El caso es que mi pobre tía, no pudo hacer más de lo que hizo. Ni siquiera fue capaz de poder reñir a los niños para que vieran que lo que habían hecho estaba mal, ya que no eran sus hijos, y los padres tampoco hicieron nada al respecto. Y todo se quedó ahí, porque los “simpáticos” de los papás ni siquiera se ofrecieron a arreglarme el capot, que había quedado completamente arañado. El destino querría que ese mismo capot fuera sustituido un tiempo después…

Hoy, me he reído recordando aquel episodio, pero aquel día no me hizo ninguna gracia…

FUENTES
http://www.apatita.com/senderos/alicante/sierra_cid/cati_cid.html
http://es.wikipedia.org/wiki/Peugeot_206
http://img72.imageshack.us/img72/3765/206motor2ws8.jpg

domingo, 3 de octubre de 2010

EL DICHOSO TAPÓN

Otra de las cosas también tenía clarísima era que quería el tapón de la gasolina metálico. Sí, lo sé, hoy en día es una horterada pero en aquel entonces, el horroroso tunning aún no había hecho su aparición estelar en España, y a mí me hacía ilusión llevar algo distinto. Y ésa fue la primera aventura que viví con mi coche: en un primer lugar, antes de firmar el contrato, el vendedor me prometió que me lo regalaría. Hablamos de un tapón que no valía ni 100 euros, y no me había ni regalado nada, ni rebajado nada del precio, me merecía un detalle. El tiempo pasó, y me entregaron el coche, pero no el tapón. El vendedor me decía que no tenían en existencias y que llegaría algún día.

Yo esperé semanas y semanas… Y el tapón no llegaba. Casi todos los días pasaba por el concesionario, pero no obtenía resultado, siempre me ponía alguna excusa distinta. El conseguirlo se había convertido en una cuestión de orgullo.

Un día, harto de que fuera diariamente, y como en realidad sólo me dijo que me lo regalaba para convencerme de que comprara el coche, me vino con la historia de que Peugeot no le permitía regalarme el tapón. ¡Me dijo que él pagaba de su bolsillo una mitad y que yo pagara la otra! “¿Me ha tomado por imbécil?”, le dije. Hasta mi padre y mi novio me dijeron que me lo pagaban si desistía en mi empeño, ¡pero esto se había convertido en la guerra!

Y un bonito día de septiembre, cuatro meses después de recibir el coche, decidí cambiar de táctica: fui a hablar directamente con el director del concesionario. Ese día, salí con mi ansiado tapón metálico puesto.



FUENTES
http://es.wikipedia.org/wiki/Tuning_(motor)
http://www.fenix.peugeot.es/minisite.php?id_pdv=3bc1c13ce3305e249f783249bf6ebbc9&type=1
http://diccionario.sensagent.com/imb%C3%A9cil/es-es/

miércoles, 29 de septiembre de 2010

ÉRASE UNA VEZ…

Así empiezan los cuentos… pero esto no es un cuento, es una historia real: la historia de todas las desgracias acaecidas a mi coche que, aunque parezca mentira, dan para rellenar un blog… ¡o dos!
Siempre lo tuve claro, por mucho que mi padre se empeñara en llevarme a todos los concesionarios de todas las marcas de coche: el Peugeot 206 tenía que ser mío y, en concreto, el modelo Play Station II, por una serie de extras que lo hacían irresistible. Y es que fue un flechazo desde el primer momento…
En la actualidad, pensaréis que no tiene nada de especial, pero en aquel momento, todos los coches eran de líneas muy rectas, prácticamente cuadrados, y el 206 fue el primer turismo que lanzaron de líneas redondeadas, que le daban un aire aerodinámico. ¡Era precioso! Cada vez que veía pasar uno por la calle, se me iban los ojos detrás.
Así que un día me decidí, y me recorrí toda la provincia buscando el mejor precio. Fue el día de San Vicente, lo recordaré toda la vida. Y lo más gracioso fue, que después de hacer kilómetros y más kilómetros, acabé comprándolo en mi ciudad, Elda. Y es que, finalmente pensé que, si había algún problema, sería mucho más cómodo para mí el poder acudir al concesionario local. Con el tiempo descubrí que no me equivoqué en mi decisión…
Y lo compré. Un 1400, con 75 cv. Mi padre no me dejó comprar uno de más potencia, y como el que avalaba era él, tuve que claudicar a su voluntad. Tenía claro hasta el color: Rojo Fuego.
Me lo entregaron un 6 de mayo. Lo saqué del concesionario y lo guardé en el garaje. No lo volví a tocar hasta dos semanas más tarde, cuando, sacándolo de aparcamiento marcha atrás, le hice el primer arañazo: unas bonitas rayas blancas de la pintura de la pared adornaban ahora el parachoques trasero.
Dos días después, las placas que llevaba en los laterales con el nombre del modelo (Play Station II) habían desaparecido. Supongo que lucirán bonitas en cualquier videoconsola de cualquier niñato…
Y hasta aquí el primer capítulo/introducción de las aventuras de mi Peugy.

SPOT PEUGEOT 206 PLAY STATION II

Éste es el spot que Peugeot emitió en 2002 para lanzar la nueva serie del modelo 206: Play Station II.